Así como cada color produce un efecto diferente en nuestro organismo, el combinar los tonos también puede tener un efecto psicológico. Por lo general, los tonos claros dan sensación de amplitud y los oscuros reducen el espacio. Por eso, antes de decidirse por un color, hay que tener en cuenta el tamaño de la habitación, la cantidad de luz o hacia donde está orientada.
Los colores primarios -rojo, amarillo y azul- cuando se usan juntos crean efectos muy vibrantes, dando como resultado impactantes contrastes, por lo que en pequeñas dosis resultan muy acertados, porque revitalizan y alegran.
Los colores fríos -azules, verdes o violetas- producen- generalmente- una sensación de calma y tranquilidad, y al igual que el blanco, crean un efecto de alejamiento, que los hace ideales para habitaciones pequeñas o estrechas, aunque no conviene usarlos solos, porque resultan demasiado fríos e impersonales.
Por otro lado, los tonos cálidos, es decir toda la gama del amarillo al rojo, son vitales y alegres, y dan la impresión de que “acercan” el espacio, por lo cual quedan mejor en ambiente amplios. Para acertar, lo más fácil es combinar cálidos con fríos y fríos con fríos, aunque alternando siempre con alguno de sus colores complementarios y nunca mezclando más de tres tonos.
Las tendencias en decoración apuestan por los grises y morados; en los primeros se lleva toda la gama, desde el perla casi blanco hasta el antracita o pizarra; combinado con rosa palo crea una atmósfera romántica y con azul oscuro un ambiente refinado; para un espacio sobrio combínalo con verde oliva; y si quieres una decoración moderna elige el rojo o el fucsia.
En la gama de los morados desde el berenjena oscuro hasta el lila claro, pasando por los púrpuras, todos siguen de actualidad y armonizan a la perfección entre ellos con los rosas, grises y blancos, y para un ambiente dramático la combinación negro y púrpura es la mejor opción.
Fuente: decorailumina
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